6/06/2011

Las elecciones son una farsa

No solo no creemos en sus repetitivas mentiras y eternas promesas de salvación popular. Tampoco las queremos. Despreciamos sus aspiraciones de gobierno y todas sus estrategias para administrar los cadáveres de la sociedad capitalista. Odiamos a todos los políticos, no solo a los “corruptos”, y a todo gobierno, no solo a las “dictaduras”.

Nuestros sueños no caben en sus urnas electorales. No queremos una “política” que nos permita elegir un nuevo gobernante, sino una que nos permita no tener ninguno y tomar el control de nuestras vidas aquí y ahora.

Estamos cansados de tener que repetirlo cada cinco años: las elecciones democráticas son una farsa.

¿Elecciones? Solo elegimos a un nuevo representante del mismo sistema. Un sistema que nos dice que nuestro acto político más importante, nuestro derecho a elegir, consiste en marcar un aspa en un pedazo de papel y que la democracia se basa en responder a una sola pregunta, cada cinco años. Con el voto lo único que se elige es a no elegir, elegir a otros, no a nosotros mismos.

Pero queremos poder elegir realmente. No elegir un candidato o un partido político que decida por nosotros. Queremos elegir cómo queremos vivir, y sabemos que es imposible hacerlo sobre un grupo de alternativas ya establecidas, a través de los métodos que ofrece este sistema. Contra este mundo que lo impide, para recuperar nuestra autonomía, necesitamos hacer de lo político algo creativo y cotidiano.

Hay algo peor que un gobierno de derecha: un gobierno de izquierda.

Los gobiernos de izquierda son una falsa oposición de los de derecha, pues ambos mantienen una relación simbiótica de interdependencia: se necesitan para hacer de la política algo aparentemente diverso y discutir quién hará funcionar mejor este sistema. En el fondo, son lo mismo: ambos aspiran a llegar al Estado, el monopolio de la violencia con sus policías y militares, y obedecerán las leyes impuestas por este sistema de relaciones mercantiles con sus fábricas y empresas.

El izquierdismo, y su retórica, acaparan cualquier expresión de descontento o pensamiento crítico, y lo confina hacia métodos tradicionales y reformistas de hacer política (legalismo, organizaciones “populares”, partidos políticos, nacionalismo, etc.), lo cual impide imaginar la construcción de relaciones y prácticas radicalmente diferentes a las oficiales.

No importa quién gane: todo seguirá siendo igual.

Alguien ganará las elecciones. No seremos nosotros. Habrá un nuevo presidente. Lo hayamos elegido, o no. Los medios hablarán de él, y de los valores democráticos. Habrá viejos aplausos y nuevas promesas. Pero el vacío de la vida social seguirá siendo el mismo: producir/comprar mercancías, volver al trabajo, o buscar uno, visitar un centro de diversión pagada; obedecer a los padres, al cura, al jefe, al profesor, al policía, al juez.

Alguien ganará las elecciones. Y podrá haber aumentos de salario, más empleos, mejoras en la educación, la salud y la seguridad. Es decir, el mejoramiento de las instituciones represivas que mantienen a las personas incapaces de escapar y cuestionar esta vida social: la oficina, la escuela, los fármacos, la policía.

La vida seguirá estando en venta, y tendremos que pagar para vivir, o morir de hambre. Y tendremos policías controlando nuestras calles, médicos controlando nuestro cuerpo, patrones controlando nuestro tiempo, prensa controlando nuestro pensamiento. Todo seguirá siendo igual. Y la democracia lo bendice. Los gobiernos no lo cambiarán. Lo tenemos que cambiar nosotros.

No basta con no votar o votar nulo: auto-organízate, practica la acción directa.

La transformación de nuestras vidas solo puede ser realizada por nosotros mismos, a través de la acción directa. Resolver los problemas uno mismo, solo o acompañado, en lugar de suplicar a las autoridades o confiar en que alguna institución externa lo hará. Cualquier acción que esquive las regulaciones y la representación para alcanzar sus objetivos es una acción directa.

Acción directa: ninguna acción es muy pequeña, ninguna acción es muy grande. Hágalo usted misma.

Todo lo que imagines puede convertirse en una acción directa, por lo que los escenarios y las formas en las que podrías usarla son innumerables.

Una acción directa puede sembrar una huerta comunitaria en un lote abandonado o defender un bosque tropical impidiendo la actividad de máquinas excavadoras. Puede ser usada para okupar edificios vacíos, para que los que no tienen vivienda tengan donde dormir, o para cerrar las puertas de las oficinas de alguna corporación. Puede organizar festivales de comida gratis en la plaza o planificar robos secretos en grandes almacenes de comida y supermercados. Puede publicar un periódico independiente o un programa de radio por Internet, o modificar en la noche los anuncios de publicidad de alguna empresa multinacional.

Estas formas de actuar son interesantes particularmente para quienes luchan en contra de las jerarquías y la opresión. Pero en una sociedad en la que el poder político, el capital económico y el control social están centralizados, algunas formas de acción directa son desalentadas, o prohibidas por que, a diferencia de las elecciones, son capaces de transformar significativamente las vidas de las personas.

12/06/2009

Traducciones CrimethInc.

.:Literatura anticapitalista al alcance de tus dedos. Escritos que serán transmitidos de boca en boca:.

Células autónomas y descentralizadas se encuentran en la preparación de una deliciosa serie de textos del colectivo CrimethInc. Hasta el momento, se acusan de haber conspirado en la traducción de los siguientes pasquines que, prontamente, serán editados y distribuidos en formato impreso (del mismo modo, tan pronto como sea posible, los escritos circularán en la red para que cada quién esboce sus propias ediciones y formas de difusión).

Anarchy & alcohol (Anarquía & alcohol)

Days of war, nights of love (Días de guerra, noches de amor)

Dropping out, for students (Deserción, para estudiantes)

Evasion (Evasión)

Fighting our lives (Luchando por nuestras vidas)

Direct action (Guía para la acción directa)

Harbinger #1 (Heraldo #1)

¿Quieres colaborar?

Si conoces más de una lengua, puedes colaborar:

- traduciendo textos o corrigiendo párrafos pendientes. No somos máquinas ni traductores profesionales. Nuestra habilidad se encuentra en la cooperación y la creatividad colectiva, por eso muchos de los escritos pueden presentar vicios de dicción, redundancias o términos de poco uso en nuestra habla común.

- enviando tus avances propios. Muchos de quienes han escrito, no esperaron propuestas, las hicieron ellos mismos, y enviaron avances o traducciones completas de textos por los que se interesaron antes de conocer este proyecto. Esto ha sido, y puede seguir siendo, muy provechoso, ya que no se pierde tiempo y esfuerzo innecesario haciendo traducciones paralelas cuando bien dos personas (o más) pueden compartir concientemente la exploración de un mismo ensayo.

Si conoces sobre informática o diseño gráfico, puedes colaborar:

- editando libros y panfletos. De este modo, los textos podrán ser conocidos en cualquier localidad en la que haya una computadora, escapando de (casi) todo límite. Bien sea participando en la elaboración de los archivos que serán publicados en esta web o en los que imprimirás para repartir a tus amistades, toda clase de repercusión nos satisface.

- elaborando logos provocativos y retocando imágenes para nuestras próximas ediciones. Parte de la importancia e influencia de los escritos se encuentra en su audacia comunicativa, en su peculiaridad rebelde para manifestarse y alterar los sentidos hegemónicos. Afiches de presentación, carátulas, dibujos encabezados, y todo aquello que haga de las publicaciones algo más que un montón de palabras juntas.

Si tienes una distro (o quieres empezar una), un infoshop, una página contracultural, o una impresora, puedes colaborar:

- ayudando a financiar la impresión de libros. Nosotros realizaremos una, y aunque no tenemos varios de los recursos necesarios (ordenadores, hojas, impresora o dinero) tenemos mucho ánimo. Y aún sin que puedas apoyarnos directamente, ya lo estás haciendo difundiendo esta nota o pensando cómo imprimir las publicaciones en tu localidad.

-incentivando el intercambio y los regalos. Solicitando o intercambiando libros. Imaginando cómo hacer de la lectura una práctica cotidiana diferente, cómo hacer de la lectura algo más que una recepción pasiva de información.

Si crees que hay otras formas de colaborar, si tienes alguna duda, o quieres expresar algún comentario:

- puedes escribirnos a celulasecreta@gmail.com

- puedes iluminar el cielo con una sonrisa o endulzar esta fría noche con una pizca de fuego. nosotros sabemos que la anarquía sólo puede transmitirse por personas que, aún sin conocerse, se aman.

10/01/2008

El término “capitalismo feminista” puede sonar doloroso para las feministas que se consideran de izquierda y, más aún, para las que se oponen a las bases del capitalismo. Pero, si se oponen al sistema, deberían abandonar sus intentos de buscar ser aceptadas por él. La lucha contra la discriminación en los empleos, por ejemplo, es la lucha para formar parte de la máquina productiva del sistema, de los patrones, los roles impuestos y la plusvalía; es decir, del capitalismo.

¿Abandonar la casa para estar encerradas en una oficina? ¿Cambiar al marido por el patrón? Esto es lo único que nos pueden ofrecer las reformas laborales. Mejorar las condiciones en los empleos no es otra cosa que mejorar el funcionamiento del sistema, por que ello no cambia su estructura matriz.

Son los derechos y los deberes los que nos oprimen. Ellos son los supuestos beneficios y los mandamientos que nos propone el sistema para mantenernos como peones en su tablero de ajedrez. Y como tampoco queremos ser reyes ni reinas hemos de despojarnos de los caminos trazados por los que el tablero nos exige desplazarnos: la igualdad social es un anhelo suicida. La codicia hacia la esclavitud asalariada a la que están sometidos los “hombres” se hace evidente. Las feministas suponen un colectivo oprimido de nuestra sociedad que desea convivir en asociación íntima con sus propios opresores.

Para recuperar nuestras vidas necesitamos oponer nuestras necesidades a todos los derechos que nos pueda ofrecer este sistema o cualquier otro, esto es actuar prescindiendo del permiso de las instituciones del patriarcado. No necesitamos la protección del estado, por más que su policía nos asegure no tocarnos ni con el pétalo de una rosa.

8/25/2008

El capitalismo y la globalización son lo mejor que le ha podido suceder al capital, la forma más adaptada a la civilización. Para la humanidad y para el resto de seres vivos, lo peor. A nadie le favorece pasar a formar parte del capital, de una gran cadena de engranajes. Todo se convierte en mercancía: no sólo los productos sino también los productores, que son convertidos en nuevos productos comerciables. En un mundo donde no sólo convivimos entre cosas sino también como cosas, un producto económico puede ser más importante que un individuo. La ilusión de la libertad le ciega y le obliga a perseguir esa calidad de importancia dentro del espectáculo mercantil: el individuo se convierte en cosa, es empujado a desear serlo para ser aceptado. El rey Midas es recibido con los brazos abiertos.

Aquellos que buscan el control de la riqueza y su distribución por medio de un ente separado de la sociedad (el estado) no quieren algo muy diferente de lo que buscan aquellos que ponen las manos en el fuego por quienes, en base a su capacidad intelectual, se apropian de la riqueza y la distribuyen como salario (jefes, patrones o sus intermediarios: sindicatos). Ambos siguen sumergidos dentro del mismo gheto ideológico. Sus objetivos son los mismos. Todos quieren gestionar la producción, pero mantenerla implica tolerar su autoridad: la división del trabajo, la especialización. Ello suprime cualquier posibilidad de libertad individual.

Las teorías que proponen un sostenimiento social basado en la producción económica sólo se diferencian entre si por ser unas más discretas que otras, por más que unas sean menos hipócritas que todas las demás. Lo único que nos pueden ofrecer toda esta clase de propuestas es un mejor salario o un mejor reparto de riqueza. Todas quieren conservar el botín preciado: el capital. Y no es eso solamente. Quieren seguir produciéndolo, sin importarles como se produzca este, o si a caso la producción sea el verdadero impedimento para la libertad de las personas.

El liberalismo es tan carente de libertad y conservador como lo son el comunismo de estado o el socialismo. Todos renuncian a la libertad cuando nos adjudican roles productivos, sea conservándolos (burgueses y proletarios) o aplicando pequeñas variantes (representantes de los proletarios y proletarios). Ni los explotadores ni los explotados pueden disfrutar de la vida y el placer, tan sólo de la miseria, la rutina y el aburrimiento.

Los roles impiden la libertad individual. Los roles son la renuncia a la experimentación y creación de cada instante de nuestras vidas. Asumir un rol nos obliga a repetir de manera continua determinadas conductas ajenas a nuestros deseos inmediatos, nuestros deseos verdaderos. La imitación es la carencia de autenticidad. Los roles nos aíslan de las personas que más queremos en los momentos que las necesitamos. En una sociedad mercantil encontrarnos con las personas que queremos y disfrutar la vida es un rol más, no una construcción autónoma de la vida. Es el tiempo de recreo que se nos regala por nuestro sacrificio y durante el cual –además- debemos estar pensando en que pronto debemos abandonarlo.

Si aceptamos los roles es por que ellos se adaptan a esta sociedad. Lo cual implica no desafiarla, sino querer mantenerla. Quien busca la libertad a partir de un rol, se está engañando, o nunca antes conoció la libertad y probablemente nunca la conozca. Conociendo lo que son los roles, ya sabemos hacia donde se está dirigiendo realmente.

En toda sociedad moderna existe una clara división del trabajo que implica una angustiante proliferación de los roles. Son beneficiados directamente aquellos que poseen los medios de producción, los demás, quienes no los poseen, son sus subordinados: sus esclavos asalariados. Los únicos beneficios posibles en esta clase de sociedades son económicos. La libertad es, en última instancia, un objetivo ficticio, una recompensa más, no una forma de vida.

Estos nuevos funcionarios de la policía de la realidad no están preocupados en si la productividad y el desarrollo interfieren y hacen mediocre la vida de las personas, principalmente por que no están preocupados en la vida de las personas sino en sus capacidades productivas. La forma como emplean su capacidad intelectual los instrumentaliza para producir instrumentos útiles para seguir instrumentalizando la vida. Pero la libertad no se puede obtener de una fábrica, ni mucho menos en un supermercado. Los problemas reales de la vida de las personas no se pueden obtener a partir de la resolución de problemas matemáticos. Si nos pasamos la tercera parte de la vida produciendo tecnologías, para suplir las carencias que ellas nos impiden realizar, el problema no será que las máquinas adquieran cualidades humanas, sino que los humanos adquiramos una vida de máquinas.

Si Dios fuese empresario, todos aquellos que defienden esta clase de teorías portarían una cruz colgada en el pecho. Pero, Dios no existe. Lo que existe es el valor simbólico del capital, que no es conservado en el pecho, pero si en sus mentes y bolsillos con una ferviente devoción. Quien no cumple los mandamientos del trabajo, no merece la vida y es sancionado o desterrado por los nuevos profetas del capital. Hay que ganarse el pan de cada día con el sudor de la frente, entonces. La vida deja de ser un juego espontáneo y libre y se convierte en espectáculo mantenido por la frialdad de la economía y la dictadura del reloj.

8/09/2008

Somos víctimas. Somos víctimas por que aceptamos serlo, por que siempre le concedemos un saludo esperanzador a todos nuestros verdugos. Y, lo somos, mas aún, cuando, siéndolo, intentamos negarlo. Lo negamos pero lo afirmamos acomodando nuestras cabezas en la guillotina, una y otra vez.

Somos víctimas, vivimos como víctimas, pero aspiramos a ser verdugos. O, al menos, -siendo sensiblemente incapaces de poder cometer crimen alguno- nos seduce tener su poder. En una vida de guillotinas, o eres víctima o eres verdugo. Y nuestro error, si, es culpar únicamente a los verdugos. No por nuestra incapacidad para serlo, sino por nuestra capacidad para ser víctimas. Víctimas y verdugos; quienes no tienen poder, pero lo ostentan, y quienes se lo han quitado, luchan incansablemente por lo mismo: tener el hacha de la guillotina sobre las manos y no sobre el pescuezo. Al querer ser todos verdugos, es necesaria la existencia de víctimas. Las víctimas también aceptan tal necesidad, por que piensan como verdugos. Pensar como verdugos nos condena a vivir como víctimas. A todos.

¿Qué es lo que nos ciega?, ¿dónde se encuentra el punto que nos aleja de nosotros mismos y perpetúa nuestros roles?, ¿quién nos los impone, somos nosotros?, ¿nosotros luchamos contra nosotros?, ¿somos víctimas y villanos para nosotros mismos?, ¿somos nosotros quiénes tomamos el hacha y desmenuzamos la piel de nuestro cuello sin quitar la sonrisa del rostro mientras la sangre se riega por el suelo, salpicando sobre nuestros zapatos, gota a gota?

Sí, es evidente que lo somos. Ya no podemos negarlo. Nuestro presente nos acusa moviendo el dedo índice con desprecio. Pero este presente, ahora que empezamos a conocerlo, nos dificulta cambiar aquello que somos, por aquello que queremos, cuando empezamos a despreciarlo. Nos obliga. Mental y física, individual y colectivamente nos tiene chantajeados. Y no deja de mover el dedo.

No somos nosotros los que viven, nunca hemos vivido más que dentro del vientre. El resto de nosotros, lo que somos en el presente, no son mas que nuestros cadáveres realizando movimientos mecánicos y repetitivos. El proceso de socialización nos ha desahuciado. En nuestro presente el objetivo que perseguimos es el de cavar nuestras propias tumbas. Y ya es muy tarde para ello, pero todos lo consideramos indispensable, pensamos aún contar con vida, pero aún así, en lugar de vivirla preferimos asegurar el futuro: la muerte. Es ese nuestro rol. Todos lo hacen, el miedo es quien obliga, por que todos quieren proteger la muerte a la que llaman vida.

¿Qué es lo que diferencia a la vida de la muerte? Que mientras se está vivo la respiración circula de manera espontánea. Los muertos respiran por obligación. Los muertos no están activos, pero son productivos y tienen una o más de una utilidad. Tienen utilidad para el mantenimiento de un ambiente gris, como el actual; no para cualquiera. Los muertos son indispensables para un cementerio. Y los cementerios son indispensables para los muertos. Ambos se satisfacen, se apoyan mutuamente. Los muertos expanden el cementerio y globalizan ambientes propicios para el espectáculo de la guillotina. La expansión del cementerio permite la existencia de más muertos, la guillotina se la niega a los vivos.

Cementerio y guillotina; quienes protegen a los muertos y quienes los producen, ambos parecen tener vida pero se encargan de acabar con ella. Su fecundación es la muerte: seres vivos son convertidos en objetos productivos obligados a mantener y reproducir su especie, cumpliendo una cadena de roles en complicidad con más objetos. Causantes de la muerte, del espectáculo y su aceptación. Ambos determinan la dicotomía verdugo-víctima y víctima-verdugo. Las solidifican. Aseguran las ataduras. Afilan el acero de la cuchilla. Colocan firmemente todos los implementos y se disponen al sacrificio. El mundo aplaude. El primero en aplaudir será el siguiente. El mundo sigue aplaudiendo.

7/30/2008

Antropocentrismo moderno

La búsqueda de la protección para la tierra es la acentuación moderna del antropocentrismo. Cuando un ciudadano común toma una perspectiva en favor de la tierra no está imaginando si quiera empezar una transformación en su forma de vivir, sino que tiene los ojos puestos todavía en su vida actual, es un perfecto realista, está con los pies en el cemento: “Necesitamos proteger a la tierra, por que de lo contrario, ¿a quién podremos dominar?, ¿cómo sobrevivirá la ciudad, nuestros lujos, nuestras comodidades, nuestra economía?”. Esto por que él sigue pensando que la vida consiste en la producción de mercancías. El ciudadano común considera que la tierra es una fuente de recursos, como lo es una fábrica, un conjunto de objetos más que existe únicamente a su servicio, que él es el dueño de todo. Así que no es raro que la destrucción de la tierra y el agotamiento de los recursos vitales para el mantenimiento de la ciudad sean temas que le preocupen. Lo cierto es que a los civilizados jamás podrá interesarles un cambio verdadero, por que un cambio verdadero implica que dejen de ser civilizados, y que absolutamente toda la maquinaria que ha sido producida por la civilización, todas las posesiones que los esclavizan, dejen de funcionar.

Y ellos no quieren que eso suceda, irónicamente están luchando para evitarlo. Ellos prefieren resolver algunos problemas de la civilización, los más visibles, los que moralmente son condenables en el propio lenguaje civilizado. Ellos dicen:

“Cerremos el caño, para que el agua (que le robamos a la tierra fértil y que modificamos para alimentar a nuestra ciudad que no produce más que cemento y plástico) no se agote. Plantemos más árboles (para que así podamos compensar los daños, tengamos prestigio y nuestra contaminación pueda seguir prolongándose. Obliguémosles a convivir rodeados de cemento, como adornos para nuestras grises ciudades). No tires papeles al suelo (por que eso evidencia el problema: esconde la basura en tachos, para que la ciudad se vea limpia, aunque no lo sea, y sea agradable estéticamente. Que sea un espacio deseable para vivir). Recicla (y cuanto más recicles nos evitas el problema de tener que deshacernos de la basura. Recicla, todo lo que quieras, pero nunca dejes de comprar, de seguir consumiendo. Eso nunca). No comas animales (pero consume productos –así no los necesites- que hayan sido fabricados a partir de su explotación pero que no lo hagan visible. Absolutamente TODO el sistema de producción está sustentado de la explotación: de la tierra y de todas las especies domesticadas, incluyendo la nuestra) consumirlos aumenta el agotamiento de agua (nosotros no somos los culpables, el culpable eres tú) los animales (tus mascotas) también sienten. Recuerda que cuando proteges la naturaleza estás protegiendo el futuro de tus hijos (y tus hijos serán el futuro de la futura sociedad civilizada, ellos también podrán progresar, la producción de máquinas podrá mantenerse y la sociedad industrial podrá expandirse ilimitadamente). Utiliza la bicicleta (entretente e imagina una vida sin coches, pero no olvides que debemos seguir produciendo tecnologías cada vez más depredadoras, estudia y trabaja para ello, incluso puedes acudir a tus centros laborales en bici) los médicos lo recomiendan, es saludable (y necesitamos que tengas un buen estado de salud para que sigas produciendo y consumiendo nuestros productos)”.

Esto es lo único que los civilizados, los ciudadanos más preocupados, generalmente grupos relacionados a proyectos por el cuidado del medio ambiente, nos dicen (y también lo que no, aquello que no suele revelarse, probablemente por la represión del conocimiento debida al temor al cambio o el hecho de ser vistos como incoherentes. Este aspecto, de la incoherencia, también es importante reconocerlo, por que nos insta a perseguir nuestros objetivos: no somos incoherentes por que nosotros lo deseemos así, sino por que la ciudad nos impone, de la manera más autoritaria y asfixiante, roles que son antagónicos a nuestros deseos y el desarrollo de la totalidad de la vida. La realidad no nos ofrece ninguna expectativa de vida, es opuesta a todo aquello que nosotros deseamos, merece ser transformada radicalmente).

Todos los argumentos, concientemente o no, de los ciudadanos están centrados en un objetivo común: mantener la civilización. Es lógico que para ello necesiten también que la naturaleza pueda beneficiarlos, ese es el único interés de la defensa del medio ambiente. En realidad, ellos están defendiendo SU medio ambiente, el que han creado: la ciudad. La civilización es un proceso destructivo, que tiene fin, ellos sólo quieren prolongar su existencia.

7/21/2008

Mira lo que tienes por vida: todas las rutinas, todas las obligaciones, todo lo que tienes que hacer para mantenerla, aunque no lo quieras. Todo lo que haces en contra de tu voluntad es todo lo que haces en contra de tí.

Tu vida real es una miseria. Por eso los momentos más bellos son aquellos que sueñas, pero ellos también son interrumpidos por que tienes que cumplir con los horarios que te han sido impuestos, y “vivir”, vivir una pesadilla.

Viajas cuando no lo deseas, hacia espacios que realmente te desquician pero viajas inmóvil, postrado en el asiento de un aparato que transporta a más gente, que no conoces, gente tan aburrida como tú. No hay posibilidad de dejar que la vida fluya por que todo está mecanizado. No hay posibilidad de crear caminos, por que el cemento se ha apropiado de todo.

Los tiempos libres son parte de las obligaciones y tus juegos son controlados por el reloj, y su sistema dictatorial, o por videojuegos que te mantienen aún más pasivo. Tu vida es un videojuego. Fíjate bien, en verdad no eres tú, todos tus movimientos han sido programados, tú sólo puedes apretar botones, detrás de una pantalla.

Sabes que odias esta vida, que no la quieres, que te estresa, y sabes también que aquello que amas realmente no te lo puede ofrecer la televisión ni los productos del supermercado, ni nadie más que no seas tú mismo. Sabes que no estás actuando como más quisieras, sino como exponen los roles de ciudadano modelo, que estás siguiendo un manual, roles y normas de conducta, lo sabes, sabes que no eres tú mismo.

7/13/2008

Espacios muertos

Todas las instancias de la vida están infectadas por el sistema: no sólo el tiempo del trabajo, sino también el de ocio, dentro y fuera de la cama y de la fábrica; no sólo culturalmente, en sus centros de domesticación y sus calles llenas de propaganda publicitaria sino también de manera práctica, en la vida cotidiana, con seres vivos vendiéndose unos a otros, cumpliendo roles y facetas, defendiendo objetos y conviviendo como si también fuesen objetos; no sólo con lo que se piensa, ni con lo que se pretende, sino también con lo que se hace, incluso hasta cuando se fracasa, cuando la gente no se adapta, lo lamenta, y busca la forma de ser un bombero del sistema para resolver sus problemas. Aunque unos lo oculten más que otros, todos los caminos están destinados a lo mismo: Producir para el sistema. Nadie quiere parar. Se puede llorar, se puede morir, se puede incluso dejar de sentir, y de eso se trata, pero nunca dejar de producir, nunca dejar de progresar, de trabajar, de acumular, de comprar, de poseer, de vender, de adquirir estilos de vida, de planificar rutinas, de controlar cada minuto de una vida ya muerta en lugar de crear situaciones jamás conocidas, en lugar de sentarse y mirar simplemente como el color del cielo cambia, o de levantarse y experimentar lo que es correr sin mayor expectativa que la de sentir las aceleraciones del pulso, de flexionar el cuerpo, de ver más gente corriendo alegremente y transpirar con ella. Pero no. Hemos elegido dejar de crear caminos para subir al autobús y dirigirnos a los mismos destinos de siempre, hacia los mismos lugares, con la misma gente, en busca de lo mismo. Esta vida no es más que una repetición de situaciones. Sólo se respira trabajo y consumo. Vivir ya no es satisfactorio, estamos obligados a respirar.

Bajos estas condiciones ningún suspiro de libertad es posible. Ningún rincón del sistema puede ofrecer más que opresión y aburrimiento, ninguna alegría, sólo odio, rabia y deseos de acabar con cuanto muro se presente. Nada. Un policía sonriente también merece ser golpeado, hasta que se quite la máscara. No existe un solo lugar donde pueda respirarse, donde pueda sentirse un aroma de libertad, al menos no del modo como nos los presentan, pero puede gozarse de momentos, sólo aquellos que crea uno mismo, de situaciones creativas, cuando estos espacios, aquellos que más se odia, son transformados en aquellos que más se aman. El sistema no nos puede ofrecer un ambiente propicio para vivir, menos para combatirlo, somos nosotros quienes hemos de crearlo. Empezamos con nosotros mismos, con nuestros propios cuerpos como espacios dispuestos a experimentar sucesos eróticamente revolucionarios, como paraísos sin fronteras donde se conspiran las futuras ruinas de Babilonia. Desde dentro, todo lo que nos queda, lo que queremos ofrecer a quienes intentan organizar nuestras vidas y proteger nuestros cuerpos: vómitos incontrolables que desaten la insurrección.

5/27/2008

La vida, aquella apasionante travesía llena de todas las posibilidades, de exploración, de creación. Aquel sueño ininterrumpido que se escribe con cada latido del corazón, con cada beso robado en la oscuridad, con cada espacio mágico por donde se deslizan los rostros de los niños salvajes, sus travesuras y sus risas.

La vida, desafiante, rebelde, danzante subversiva, sorpresiva, encantadora comediante que se disfraza de viento y que viaja por nuestras venas, que nos refresca, que nos calienta, que nos seduce para seguir viviendo, sin pensar en ella; que nos regala el aire, el fuego y la primavera.

La vida, nos abraza mientras se pierde en el mar, jugando con la luna, con el brillo solar, mientras corre sobre la hierba, sin dirección aparente, mientras rompe las cadenas, las cadenas de las mentes. La vida, traviesa y ebria, esconde los tesoros que jamás serán encontrados, en los bolsillos rotos de piratas, en los dientes de corsarios.

La vida, dulce bestia que nos llena la piel de mordiscos amorosos, que susurra y conspira durante las noches prohibidas de la ciudad máquina, para quitarle las pilas a los relojes, para burlarse de sus pésimos imitadores: amantes de la fábrica, asesinos de sueños y aburridos trabajadores.

La vida es la la hierba que crece sobre el asfalto, los ludditas que sabotean las máquinas, los árboles que caen, pero encima de los supermercados. La vida eres tú, cuando dejas de ser cosa, cuando te quitas las esposas, las cadenas que te atan, los precios, las marcas, el código de barras.