5/15/2008

Contra la Paz

Hoy, al igual que ayer, se cuestiona la existencia de guerras entre países, pero no se cuestiona la guerra entre seres humanos dentro de cada país. Ni si quiera se cuestiona que la división territorial, las naciones y las patrias, son producto de las guerras y que mientras existan no harán otra cosa que seguir promoviéndolas (dentro o fuera de los límites que impongan).

Quien pide paz dentro del sistema, quien pide paz al gobierno, se lo está pidiendo por que precisamente son estos quienes se sostienen en base a la guerra y su autodeclarada autoridad para utilizarnos como fichas de ajedrez en sus múltiples tableros de producción, pero sobre todo, se está negando la oportunidad de declarar la guerra a sus verdaderos enemigos: aquellos que le imposibilitan no solamente la paz sino la Libertad y le condenan a la más miserable sumisión de tener que mendigarla.

Esta búsqueda desesperada por la paz no es otra cosa que producto del miedo que esconde una vida de constante frustración y delegación de cada decisión de la vida a la autoridad, al padre con el látigo en la mano, al profesor o auxiliar con el registro de notas como chantaje, al psicólogo con el título y sus años de estudio de salud mental, al cura con su Biblia, sus prohibiciones y penitencias. Todos reflejan al policía, ante el que nos vemos obligados a bajar la mirada y desprender sudor de la espalda, con todas sus armas, leyes y cárceles que lo posicionan como un ser todopoderoso capaz de resolver los problemas de los demás y sin el cual sería imposible vivir. Cuando defendemos la paz, estamos defendiendo la paz que nos puede ofrecer un policía armado. ¿Alguien se traga ese cuento? Seamos sinceros: la única paz posible es matar al policía.

Para matar al policía, antes debemos acabar con el miedo que este ha creado para mantenerse. Perder el miedo significa dejar de pedir, abandonar todo aquello que nos mantiene atados a una serie de conductas fijadas e inmutables. Perder el miedo significa cuestionarlo todo, empezando por uno mismo, hasta matar al policía que vive con nosotros, que está reprimiendo nuestros instintos y deseos, ese policía podemos ser nosotros mismos. Perder el miedo hará que le declaremos la guerra a la paz.

Esta guerra no ha de ser realizada en ninguna fecha próxima, tampoco como consecuencia de una serie de discusiones burocráticas en función a desacuerdos de autoridad a autoridad. Esta guerra no busca apropiarse de nada, sino precisamente perderlo todo, empezando por el miedo impuesto por la cultura. Esta guerra tiene como bandera la muerte de todas las fronteras y como armas nuestros propios cuerpos. Esta guerra es la reapropiación de nuestras vidas.

1 comentario:

Cauac dijo...

No recrimines tu infancia, deja que surja y destruya al mataniños que te han cosido dentro, como un órgano amorfo e innecesario.

Sí, somos esclavos de nuestras propias jaulas. Desde el despertador hasta las facturas. Y además nos reímos. Jajaja, a la fiesta del orden aprendido a golpes.
Locos condenando cuerdos. Jauja y fiesta en jaula número 206, la del jacussi.

Cuídese de los humanoides, están más grises y contagiosos que de costumbre.

Un soplo de aire primaveral...