3/04/2008

[Fragmento]

Nuestras vidas parecen tener cada vez menos sentido. Parecen, por que todo lo que está a nuestro alrededor es pura apariencia para nuestros ojos. No sentimos nuestras vidas ni las de quienes nos rodean, sólo somos espectadores condicionados a los movimientos del espectáculo de la mega máquina. Vivimos si, pero vivimos con miedo. Y es con este miedo con el que decidimos hacia donde dar cada paso, dentro de los límites existentes.

Cualquier análisis para cambiar la realidad parte desde ella misma y, en muchas oportunidades, hacia ella se dirige. Por que no, no somos libres. No nos hace libres votar por un nuevo gobernante, ni por una nueva ley, ni mucho menos tener dinero para visitar al supermercado a diario. No, nada de eso. Solamente puede hacernos libres prescindir del orden y la autoridad, para empezar a actuar por nosotros mismos. Y esta claro que no somos libres, pero también que lo queremos. ¡Pero si todo el mundo lo quiere! Por que la libertad está de moda y es útil que exista como idea dentro de los parámetros que la imposibilitan. Y por que además es aun más esclavo quien se da por libre cuando no lo es.

Todos vivimos preocupados pensando en que el mundo no está caminando para bien. U otros, aún sin pensarlo, así lo sienten. Los grupos religiosos argumentan que hemos desobedecido el mandamiento de Dios y los grupos contra el consumo, que vivimos obedeciendo lo que nos propone la publicidad. Los anarquistas aún siguen pensando en como será algún día, en un futuro muy lejano, la anarquía y el demócrata recordando al candidato con mejor sonrisa de las elecciones pasadas.Todos viven preocupados, postergando sus vidas. Unos preocupados por cambiar la Realidad y otros por adaptarse a ella. El obrero vive lleno de aburrimiento contando las horas del reloj para volver a casa, pero también para tomar el bus, en el que se encuentran más obreros estresados y aburridos en dirección a la fábrica. Trabajar no es lo peor, al menos no, viéndolo del lado del desempleado preocupado por conseguir algún nuevo puesto de tortura. Pero no, error. Ninguno de ellos está buscando una sonrisa, todos quieren comprarla en algún puesto comercial. Lo peor es que son ellos mismos a quienes obligan a fabricarlas.

Bueno, por fortuna, también están los que hacen marketing en nombre del pueblo, en nombre de la revolución de los libros y las manifestaciones disciplinadas y reivindicativas. Si los grupos de poder tienen sus representantes en las sillas del gobierno, no imitar la misma estructura jerárquica podría ser peligroso. Y otra vez más de lo mismo. Se lucha para maquillar el sistema, para vivir los más cómoda y responsablemente dentro de sus cárceles de oro, no para acabar con él. Cuando se exigen mejoras salariales, por ejemplo, la vida no se mejora, pues se sigue parchando la miseria sobre la que esta se desenvuelve. Con dinero no se llena la vida, sino el estómago, el estómago del sistema de producción que chupa de nuestra fuerza de trabajo y de nuestro posterior consumo.

Al sistema de producción no le importa la clase de producto que esté en sus vitrinas, por que todo se puede publicitar. No le interesa que utilidad en nuestras vidas pueda tener, por que tampoco le interesan nuestras vidas. Le interesa que, lo que fuese, se venda. Las empresas están para vender y convertir todo en mercancía, la educación, la salud, los juegos, la alimentación, todo. De este modo es como es posible que se vendan, por ejemplo, animales cuya sensibilidad es aún más desarrollada que la nuestra, o que se les mutile y torture, ya que ello presupone una posterior ganancia económica. La finalidad de esta clase de actividades no es que los animales sufran, no en si misma, sino que ese sufrimiento sea proporcional al “goce” que los empresarios logren. Mientras a los veg(etari)anos el sistema digestivo se les retuerce al ver una pieza de pollo servido, otros tienen intensiones mayores, retorcer la totalidad del sistema de producción. Se puede vivir sin carne, claro, ya que ello está permitido por el sistema y además siempre que se reproduzcan nuevas formas de consumo y finalmente alimentar al mismo engranaje de sufrimiento global. Esa es toda la "libertad" que tienen aquellos que pretenden conformarse con la realidad, la que puede ofrecer el sistema: la comodidad de ser esclavo.

La exaltación del boicot no sólo es una actitud pasiva, sino que además perjudicial. No podemos empezar por prohibirnos cosas, cuando la idea es no tener límites. No necesitamos boicotearnos a nosotros mismos, que es lo que en realidad parece, pero si a la vida que nos han impuesto. Aunque, de todos modos, no es suficiente. Aislarse del sistema, ser un bolsillo menos, no es atacar el sistema. Si estamos dentro de él, en lugar de ser una pieza menos, preferimos ser un estorbo más. Aunque siempre lo ideal es que ambas cosas vayan de tomadas de la mano. Para ello hay que ser creativos, con lo cual estamos cumpliendo un objetivo más y vamos recuperando nuestras vidas con nuestras propias mentes y cuerpos, en lugar de seguir mutilándonos.

1 comentario:

Álvaro dijo...

Ay, tienes razón. Pero es todo tan difícil... ¡Es realmente jodido escapar un pelo del sistema!