2/23/2008

Puedes continuar el camino, si es lo que realmente deseas. Claro, sigue caminando hacia el mismo destino de todos los días a realizar las mismas actividades de siempre: Saluda al maestro, al director, al auxiliar y siéntate una vez más en tu carpeta. Ya sabes todo lo que tienes que hacer. No te muevas. Mantén silencio. Tú solamente escucha con atención la clase, no importa que te aburra. Prohibido hablar, prohibido reír, prohibido jugar, prohibido pensar, prohibido ir al baño, prohibido respirar, prohibido, prohibido, prohibido. Si, en serio. Puedes volver a ese dulce e intachable infierno autorizado por el gobierno en el que te encierran durante 11 años en contra de tu voluntad.

Pero, bueno. También puedes detenerte a pensar. Por un momento. Pensar en ti, en tus sueños, en tus deseos, en tus amigos, en tus seres queridos. ¿Cuántas veces lo haces al día? ¿No haz pensado que todo momento es oportuno para decidir en tu vida? Por que es tuya, ¿no? ¿Alguna vez algún adulto te ha preguntado qué es lo que te gustaría realizar? O siempre te dijo: “Haz esto, haz lo otro. Es por tu bien”. Dicen que los niños nunca mienten. Así que solamente eres tú mismo/a quien puede decidir que es lo que más te satisface hacer. No puedes engañarte a ti mismo/a. En realidad, no importa que edad tengas, si eres, o no, un niño. Es momento de que todos abramos los ojos y que nuestros deseos y alegría se desborden por el mundo. Pero no, no lo haces, no lo hacemos. Tenemos miedo.

¿Por qué vives con miedo, pensando en que puedes equivocarte y evitando experimentar nuevas cosas? ¿Cuántas cosas que te gustan haz dejado de hacer hoy? ¿Quién o qué te lo ha impedido? ¿Cuánto de lo que haces te satisface? ¿Haces cosas que detestas? ¿No sería más fácil que cada quien hiciese lo que le guste hacer en lugar de imponer su voluntad a los demás? Seguramente si, pero tú eres menor de edad. Un débil e indefenso pequeño, dicen ellos, los adultos. Pregúntate qué sería de los profesores sin sus alumnos. Pregúntate que sería de los amos sin sus esclavos. Pregúntate que sería de los dueños sin sus propiedades. Pregúntate que sería del comerciante sin sus productos, sin su mercancía. Pues tú no eres ni profesor, ni amo, ni dueño, ni comerciante. Ojala tampoco aspires a serlo. Pregúntate qué cosa eres para ellos, qué significas realmente para el sistema educativo: Un producto que deben especializar para servir a la producción económica, una futura pieza para el funcionamiento de sus fábricas de sufrimiento. Ese es el destino que te han impuesto.

Pero, ya no nos engañan. Queremos que la vida sea un juego, una experiencia divertida, motivante y placentera. Ya no queremos castigos, ni obligaciones, ni autoridades. Ni mandar, ni obedecer. Simplemente jugar. Por que, no importa lo que piensen de nosotros, lo que quieren que seamos. Si ser maduro es adaptarnos a esta forma de vivir, convertirnos en una máquina obediente y sin vida, entonces no. Nos entercamos para recuperar nuestras vidas. No queremos crecer, queremos ser niños. ¡Queremos vivir la vida! ¡Involución cultural, ahora!

2 comentarios:

Álvaro dijo...

Aplausos.

Pequeño Schopenhauer dijo...

Lloraba porque ya no soy un niño.

Pero sigo siéndolo, en el fondo, no quiero dejar de serlo.

Al diablo con los cumpleaños, la medición del tiempo, las fechas absurdas...

Sí, yo soy un niño.Quiero serlo siempre.