12/09/2007

He de saludarte como comúnmente lo he hecho. Con un gran mordisco en la nariz de payaso, la que sueles llevar mientras tomas y te divorcias de las calles de la ciudad, y otro en los párpados con los que gestualizas tan carismáticamente mientras nos cosquilleamos y reímos sin descansar debajo de un poste, dentro de una comisaría o en un barril de basura…

O ¿quién sabe? Quizás sólo haga falta una sonrisa mental. Quizás sólo necesitemos un maullido silencioso. O un incontenible salto y caída al charco mientras la lluvia se desliza alegremente, mientras nos reímos de los estresantes destinos de los humanoides plastificados transportados en cápsulas móviles o, temerosos, con paraguas y demás protectores en mano.

La verdad es que siento que no es del todo útil escribirte cosas como esta. No por lo extensas que puedan resultar, sino por que son nada, en comparación de todo lo que deseo realizar. Ambos sabemos, y sabemos bien, que preferiríamos comunicarnos fuera de todo tipo de lenguajes parametrados y códigos lingüísticos establecidos. Lo nuestro esta fuera de las simples palabras, nosotros queremos la muerte al culto simbólico. No somos compatibles con esta forma de comunicación tan reducida, y finalmente, tan poco vivida. Pero, bueno, hemos de serenarnos un poco. Total, el lenguaje ya está muerto de por si, y pronto nos encontraremos, volveremos a hallarnos en tu caja de sueños. La única caja que destruye cualquier aparente límite, cualquier pared.

Y, después de todo el protocolo, no sé. Nadie sabe. ¿Qué sucederá? ¿Qué nos espera? ¿Cuándo nos encontraremos otra vez? A veces me respondo. No, en realidad, me pregunto: “¿Qué queremos que suceda? ¿Qué esperamos? ¿Nos hemos perdido, acaso?”.

Sonrisa como respuesta.

O ¿quién sabe? Nadie. Nadie lo sabe. Esa es mi única esperanza: lo impredecible.

2 comentarios:

FT dijo...

ta weno ese texto ;)!

Saludos!

Cauac dijo...

Cuando me duele, tú estás ahi, y compartimos tu risa...

Mordiscos, susurros y lengüetazos, poesía de actores insurrectos. Monotonía de felicidad, ilusión repentina, olisqueos escondidos. Cuando los solpos amainen, mezámosnos en la oscuridad reciente, tan reciente como las caricias salivosas.

Prométeme que cuando salga el sol en la mañana todavía correremos por las calles vacías, con los dedos llenos de tiza...

(Mil) mordiscos contagiosos...